¿Cuál es la primera banda que nos viene a la mente cuando hablamos de rock y política? (Y no, Molotov no cuenta).
Probablemente el arquetipo de Rage Against the Machine ocupe las primeras reacciones, y es que la idea de esta nota surge a poco de que la banda originaria de Los Angeles, California, anuncie su retorno a los escenarios.
¿Fue desde siempre el rock concomitante con las causas y los movimientos sociales o con el radicalismo político? ¿Desde cuándo se traslada el ámbito de la lucha de clases a terrenos más alejados del ruedo gubernamental? Para ampliar percepciones y, más que nada, debido a una cuestión de extensión me limito al análisis de cinco casos en un orden burdamente cronológico.
A mediados de los 60′ surge en la mecanizada ciudad de Detroit una banda que no solo sentaría las bases de lo que más tarde sería el punk rock, sino que con sus declaraciones de extrema izquierda atacaban a los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense con un sonido distorsionado y sus críticas antisistema, esa banda era MC5. Las siglas de la banda «Motor City 5» en alusión a la cantidad de fábricas automotrices instaladas en la ciudad, comenzó a visibilizarse en enérgicas presentaciones cargadas de líricas insurrectas.
En uno de sus toques contactaron con un intelectual marxista y militante de las Panteras Blancas (análoga de las Panteras Negras) John Sinclair, quien se convertiría en manager y en una pieza clave para la ascensión meteórica de la banda. A comienzos de la década de los 70′ y sin ningún éxito comercial con sus singles que los antecedan, MC5 publica Kick Out The Jams, estimado como uno de los mejores álbumes debut en la historia del rock y una antesala esencial para el posterior surgimiento del punk.
Como era de esperarse el álbum causó controversia debido a que la canción que daba nombre al álbum comenzaba con la frase; ¡And right now it’s time to… kick out the jams, motherfuckers! (¡Y ahora es tiempo de que sacudan las masas, hijos de puta!) El sello Elektra quiso censurar la frase pero la banda y el mánager se opusieron, tal es así que el cantante Rob Tyner, nunca dejó de vociferar en vivo —como un grito de guerra— la frase original.
A poco de la salida del disco John Sinclair fue apresado bajo los cargos de tenencia de droga (llevaba en un bolsillo dos canutos de marihuana) y fue sentenciado a 10 años de cárcel. La banda rompió contrato con Sinclair y con Elektra Records y se pasaron a la Atlantic Records donde editaron el álbum Back in the U.S.A., con un sonido más pulcro y abocados en reprochar al gobierno de los Estados Unidos por la guerra de Vietnam. En su siguiente trabajo, High Time, la banda se alejó de la crítica social. Si bien con notables cortes, el álbum no superó las expectativas y tampoco logró los resultados comerciales esperados. La banda se termina por disolver al poco tiempo.
También a mediados de los 60′ surge en la Universidad de Kyoto una banda de auténticos alienígenas: Les Rallizes Dénudés. El mentor Takashi Mizutani, único miembro fijo de la banda que se remontaba a un grupo de teatro nacido en las comunas universitarias niponas, conjugó el formato factory de The Velvet Underground con la potencia demoledora de Blue Cheer, derivando en una vertiente noise rock con gran carga psicodélica y experimental. De por sí una verdadera rareza en su propuesta musical, la banda no cuenta con discografía oficial de no ser por los bootlegs (discos piratas) que mayoritariamente fueron captados a partir de presentaciones en directo.
Para que todo tome un giro aún más extraño y misterioso, en 1970 el bajista de la banda y militante del contestatario movimiento Ejército Rojo Japonés, Moriaki Wakabayashi, se vio involucrado en el secuestro del vuelo 351 de las Aerolíneas Japonesas, munidos con espadas samuráis y granadas de mano, tomaron de rehenes a 129 pasajeros y miembros de la tripulación. Para que vean que estos japoneses no se andan con vueltas.
La idea de los extremistas era llegar a Cuba, pero luego de complicaciones técnicas el avión terminó aterrizando en Corea del Norte, donde los secuestradores pidieron asilo y posteriormente los rehenes fueron liberados. ¡Verdadero terrorismo sonoro! No se sabe mucho de los destinos finales de Les Rallizes Dénudés, y para aumentar el halo de misticismo que rodea a la agrupación, su fundador, Takashi Mizutani jamás volvió a conceder entrevista alguna, se sumergió en un perfil hermético resistido detrás de sus lentes oscuros y su cadavérica figura siempre vestido de negro.
Si hablamos de ser contestatarios, radicales y reaccionarios es imposible no mencionar a una banda que simpatizó con cuanto movimiento social y de izquierda existiera, la que por mucho tiempo fue considerada como “la única banda que importa”. Los The Clash fueron para muchas generaciones en adelante, los encargados de despertar la vida política en los jóvenes bajo la influencia de la música.
La banda más creativa del movimiento punk prendió en las movidas solidarias y en apoyo a las causas sociales como lo fue el concierto organizado por la Liga Anti-nazi “Rock against racism” con apoyo del partido de la izquierda inglés, de fuerte orientación trotskista. Si bien fueron iluminados por la influencia de los Sex Pistols, contrastaban con el nihilismo de estos (en especial con las estupideces de Sid Vicious en el escenario; en esencia punk, en la realidad, un pelotudo) aportando una perspectiva comprometida y constructiva como puede notarse en cortes como White Riot, inspirado en un fuerte enfrentamiento entre jóvenes negros y la policía londinense de actitudes racistas.
La iconografía mitificada en el imaginario colectivo nos lleva a las crestas, los excesos y los escupitajos como la habitual marca registrada del movimiento contracultural que a más de uno le terminó pasando factura bajo la consigna del “No Future” o del “Vive rápido, muere joven y deja un hermoso cadáver”.
Nada está más alejado del ideal de la banda estadounidense Fugazi y sus líderes Ian Mckaye y Guy Picciotto, quienes llevaron su compromiso político mucho más allá: edificaron su propio sello, Dischord Records, con el fin de no dejarse comprar por ninguna compañía discográfica, implementando el do it yourself en casi todos los aspectos de sus vidas y trayectorias, como por ejemplo, el hecho de cobrar ellos mismos las entradas a sus conciertos a fin de que el precio fuera el justo y nadie pudiese hacer negocios a sus costillas, sus intervenciones en documentales hablando sobre el movimiento nacido a comienzo de los 80′, el Straight Edge, que se desprendía de la subcultura hardcore punk y pregonaba la abstención al consumo de alcohol, tabaco, drogas y la promoción del veganismo.
Una postura radicalmente opuesta al hedonismo del punk. De la misma manera que MC5 atacó la pasividad del movimiento Flower Power, Fugazi se preocupó por los extravíos emocionales marcados por el sistema y que restan reactividad en los jóvenes, esto lo dejó en claro Mckaye en una presentación cuando se dirigió al público; «I must say one thing. I must say emocore must be the stupidest fucking thing I’ve ever heard in my entire life». En la dimensión especial del punk, todo lo que concierne a Fugazi suena muy serio y comprometido.
La vuelta de Rage Against the Machine llega enhorabuena y en medio de una conmoción social a escala global. La voz de Zack de la Rocha es un arma mordaz que dispara munición de alto calibre sin tregua alguna y sus intervenciones —nunca exceptas de polémica— como lo fue su irrupción en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra, donde se manifestó por un nuevo juicio al periodista y ex Pantera Negra, Mumia Abu-Jamal, quien había sido declarado culpable y condenado a muerte por el asesinato de un policía, fallo cuestionado por Amnistía Internacional y el Parlamento Europeo.
De la Rocha trabajó con comunidades de Chiapas y tuvo una gran proximidad con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Así mismo, Tom Morello, que ya de por sí resulta una singularidad en la escena del rock moderno: un afroamericano socialista recibido en Harvard y que toca la guitarra como un Jimmy Page leninista, dice: «Si nos limitáramos a hacer temas que hablaran de ir en auto con la capota abierta, este grupo ya se habría separado hace mucho tiempo».
De la misma manera, De la Rocha se niega a hacer música sin una misión que cumplir: «Por eso estoy en esta banda: para darles espacio y volumen a distintas luchas que se desarrollan en todo el país y en todo el mundo. Para mí, la tensión que hay en este grupo y el efecto que eso me causa son un sacrificio mínimo». Sin la política, sostiene, «no estaría en Rage Against the Machine. Y es la pura verdad».
RATM nos provee un despiadado diagnóstico de nuestra miseria ideológica. Aunque si bien es cierto, el discurso está descripto desde una postura radicalmente izquierdista, la influencia de todas las bandas que transitaron los tortuosos pasajes de la política dentro de la música no ofrecieron soluciones fáciles, al menos esas bandas que se mantuvieron íntegras hasta el fin y no hicieron uso de los falsos principios como un mito doblegado que finalmente lo único que permite es engrosar al sistema a fuerza de paradojas y la falta de consecuencia. Mark Fisher, teórico de la cultura y una de las voces más lúcidas y originales del panorama intelectual de la última década, sintetizó una premisa en uno de sus espectrales ensayos; “Todo aquello que no es reactivo, es entretenimiento”.