5 discos para entender: Shoegaze

Hay un viejo dicho que dice que en la mesa no se habla de política, religión y fútbol. A pesar de que quien escribe estas líneas piensa que a esa frase debería eliminársele el “no”, en esta ocasión vamos a ponernos la gorra y agregarle una censura más: en la mesa no se habla de géneros musicales.

Es que definir un género musical con palabras es difícil, y coincidir más aún. Tanto es así que hasta hoy en día ni siquiera está del todo clara la diferencia entre género y estilo. Y esa es solo la punta del iceberg (?). Luego viene otra discusión, igual de engorrosa: si una banda o canción se encasilla más dentro de uno u otro género.

Pero acá no vamos a entrar en esa. Si bien podemos ir apilando ciertas características y elementos en común, el debate igual sobrevive más años que nuestra eterna transición democrática. Por eso, y para no extendernos demasiado, vamos a ir explicando la música, con música.

Y 5 discos me parece una cantidad en la que ambas partes podemos cerrar.

Una explosión de sonido

Emparentado cercanamente con el dream pop, se presenta con guitarras distorsionadas, reverb, ecos, efectos y voces espaciales que transportan a un ambiente abstracto, melancólico y desconocido, en el que uno se siente extrañamente a gusto de entrada. El uso de las pedalera era tan importante, que de su utilización intensa por parte de los artistas en los shows nace el nombre Shoegaze (shoe = zapato, gaze = mirar fijamente).

El ingrediente secreto del shoegaze: grandes cantidades de distorsión.

El shoegaze como corriente nació en el Reino Unido a finales de los ochenta. Tuvo su explosión en el inicio de los noventa, pero su esencia underground hizo que pronto quede en un segundo plano, por detrás de oleadas incipientes como el britpop y el grunge, estilos mucho más masivos —y rentables para las discográficas— que empezaron a acaparar la atención de la prensa y de la gente, tanto por su música como por sus quilombos.

A pesar de esto, el shoegaze nunca murió. Como toda genialidad, recién con el tiempo fue debidamente valorada. Su influencia en la música contemporánea es un hecho, y hoy podemos sentir sus ondas expansivas en nuevas bandas bastante copadas que lo reinterpretan de muy buena manera.

Slowdive — Souvlaki (1993)

Track para prestar atención: When The Sun Hits.

Aunque en el momento de su lanzamiento ni el mítico Alan McGee (fundador de Creation Records, discográfica símbolo del género y también de bandas como Oasis, The Jesus And Mary Chain, entre otras), ni la prensa especializada le dieron mucha relevancia a Souvlaki, hoy lucha palmo a palmo con Loveless por el primer puesto en el podio histórico de su estilo. Que el maestro del ambient Brian Eno haya colaborado en él habla por sí mismo.

My Bloody Valentine — Loveless (1991)

Track para prestar atención: Only Shallow

2 años de grabación, 19 estudios, casi la misma cantidad de ingenieros de sonido distintos, muchísima guita, el hartazgo de Alan McGee, el raje de Creation Studios y pocas ventas luego de su lanzamiento. Todos los ingredientes necesarios para un disco icónico (?). Loveless es el álbum de shoegaze por antonomasia. El que definió lo que es este género para las próximas generaciones. Su popularidad creció con el tiempo, y hoy es considerado un disco de culto por músicos y fans.

Soda Stereo — Dynamo (1992)

Track para prestar atención: En Remolinos.

Los ecos del shoegaze también resonaron en Sudamérica de la mano de Gustavo Cerati, que a pesar de la masividad lograda con Soda Stereo siempre tuvo un fuerte arraigo con la escena underground, algo que se refleja especialmente en su carrera solista. En varias entrevistas, él mismo confesó que En Remolinos era la canción que más le gustaba de Soda. Dynamo es por muchos considerado lo mejor que hizo la legendaria banda, barco en el cual obviamente estoy a bordo (?).

Ride — Nowhere (1990)

Track para prestar atención: Dreams Burn Down.

Ride es siempre considerado titular en el tridente de ataque (?) del shoegaze, pero a diferencia de My Bloody Valentine o Slowdive, la etapa ruidosa de la banda duró solamente un disco. Y qué disco, man. Nowhere no solo te da la sensación de estar rodeado de un montón de guitarras, sino también juega con tus emociones con las letras cuidadosamente dibujadas por Mark Gardener y Andy Bell.

The Verve — A Storm In Heaven (1993)

Track para prestar atención: Star Sail.

Como suele pasar cuando una banda saca un par de hits que pegan fuerte y perduran en el tiempo, todo lo demás —por más genial que sea— queda oculto y olvidado bajo su sombra. Este es el caso de A Storm In Heaven, disco con el cual The Verve se lanzó al ruedo. Un sonido poderoso, psicodélico, esotérico que abandonaron por completo en sus siguientes laburos. Pero por suerte, antes nos dejaron esta joyita.

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